sábado, mayo 31, 2008

¿Qué quieren saber.... las chicas (y los chicos)?

Leo en "Babelia" de ayer. V. Fernández escribe "....este Manual de las chicas (Marenostrum), que se presenta en un vistoso estuche metalizado para regalo, es un libro de enfoque práctico, que pretende dar respuesta a las cuestiones que preocupan o interesan a las adolescentes de hoy. ... toda una serie de temas, no siempre fáciles de abordar, desde los más "serios" (aborto, pornografía, abusos, anorexia, política) hasta los, aparentemente, más banales (moda, depilación, maquillaje, acné, ejercicio físico), aunque no menos importantes a esa edad en que un grano puede ser una catástrofe."
Me pregunto: ¿sabemos qué quieren -qué necesitan- saber las chicas (y los chicos)? ¿Sabemos qué fuentes de información prefieren? ¿Estamos seguros de que "un manual de chicas" es la mejor fuente de información? ¿Por qué no hablamos con ellas (y con ellos)?

En la página siguiente de Babelia V. Fernández titula "Lo que los padres y los maestros deberían saber". Ahí afirma: "Ni padres ni profesores tienen muy claro qué y cómo hay que hacer para que niños y jóvenes se aficionen a la lectura. Como intermediarios imprescindibles entre libros y niños, padres y profesores deberían saber seleccionar las mejores lecturas, y deberían conocer también algunas estrategias mínimas para incentivar el interés de los más jóvenes por la lectura".
Pienso: sin duda la lectura es importantísima en la educación de los niños y de los adolescentes; es fundamental para el desarrollo de sus capacidades y competencias; sobre todo, la lectura placentera es una extraordinaria experiencia vital. Pero no es fácil, y menos hoy que en épocas anteriores, conseguir que el niño y el adolescente descubra la conveniencia y el placer de la lectura. Pero, incluso en ese supuesto, ¿puede un libro "dar respuesta a las cuestiones que preocupan o interesan a los adolescentes de hoy"? En mi opinión un libro ayudará al adolescente a centrar el problema, a apuntar posibles salidas pero no a "dar una respuesta". La "respuesta" solo es personal, solo viene de otra persona a quien previamente se ha preguntado, aunque solo sea con la mirada. Por eso, hay que proporcionar a los niños y adolescentes lecturas adecuadas pero no por eso hay que dejar de hablar con ellos. No se puede confiar todo a los libros. La conversación, la palabra, la mirada son todavía persuasivas.

Dos páginas más adelante Manuel Rodríguez Rivero en "¡Lo que hay que oír!" nos habla de "El saqueo de la imaginación" (Debate), de Irene Lozano, cuyo subtítulo es 'Cómo estamos perdiendo el sentido de las palabras'. La autora, Premio Espasa por un ensayo sobre la corrupción política de la lengua por los nacionalismos, analiza -dice Rodrígue Rivero- "ese generalizado deterioro de los conceptos que.... ha ido modificando lo que llamábamos "comunicación", sustituyéndola a menudo por un estrépito en que lo único que importa "es producir constantemente mensajes nuevos que se alcen por encima del ruido ensordecedor".

¿Estamos perdiendo solo "el sentido de las palabras"? ¿O estamos perdiendo también "el sentido de la comunicación"? ¿Qué necesitan los adolescentes, palabras o comunicación? ¿Se lo hemos preguntado? ¡Conviene oírlos! Padres y educadores.

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