domingo, diciembre 28, 2008

"Seamos clásicos para ser modernos".

Luis Antonio de Villena, admirador de los clásicos griegos y latinos, -"enamorado y devoto de esas culturas" dice-, nos ha obsequiado con un libro ligero -pero no falto de interés- para estas fiestas: "Biblioteca de clásicos para uso de modernos". Luis A. de Villena, que se declara un "humanista vocacional", afirma que las culturas griega y romana -"culturas nutricias" las llama- "van desapareciendo tristemente de los planes de estudio, ante la mayoritaria indiferencia". Y, enojado por ello, escribe:"Una de las razones de este libro es protestar contra esa desaparición del humanismo grecolatino".

Luis Antonio de Villena escribe en su página Web: "El autor, ferviente neopagano, se sentirá satisfecho si esta Biblioteca de clásicos para usos modernos atrae a nuevos lectores a un mundo fascinante, desde el principio al fin. Sin los griegos y los romanos antiguos seríamos muy otra cosa de lo que somos. Más pobre, sin duda. Afirma Petronio: “Animus quod perdidit optat”. O sea: “El espíritu desea lo que ha perdido”. Ojala sea así."

Son 65 entradas -de Adriano a Virgilio- en "un diccionario muy personal" que pretende "ser solo una introducción o un acicate" para que el lector se sienta llamado a "hacer para su propio placer y autoayuda un florilegio de autores y dichos clásicos".

Tanto en el prólogo como en varios artículos Luis A. de Villena realiza algunas confesiones explícitas. Tal vez la más insistente sea ésta: "Me sentí más pagano que hondamente cristiano siempre". Sin duda porque entiende -y lo afirma expresamente- que "el cristianismo fue una de las causas del final de Roma". "El cristianismo, pese a que en parte resguardó algunos elementos de la cultura antigua, chocaba frontalmente contra su animología". La moral del mundo grecorromano era muy distinta a la de los cristianos y "ese choque de morales (ahora llevado a la política) no está aún resuelto, y sólo el laicismo, respetuoso de las religiones plurales-y que debe él mismo ser respetado- puede resolverlo".

Al hablar de Hipatia, matemática y astrónoma en la Alejandría del siglo IV, Luis Antonio aprovecha para hacer mención de "los años de tensión y lucha entre el emergente y cada vez más poderoso cristianismo (en momentos muy dogmático e intolerante) y la suerte final del helenismo -de la tradición helenística general, incluyendo Roma- que tarde ya pasó a denominarse paganismo". Es decir, el enfrentamiento del "hebraísmo contra el helenismo" en expresión de James Hillman -"Pan y pesadilla", Atalanta, Girona, 2007-. El cristianismo resulta molesto por su desacato al Emperador y por su inicial afán libertario, pero "sobre todo por su afán de religión revelada, de ser la única verdadera y posible y, por lo tanto, de tener que acabar con todas las demás". Cuando en el año 381 Teodosio decrete que el cristianismo no sólo es la religión oficial -ya lo era desde Constantino- sino la única y obligatoria, los cultos grecolatinos serán calificados de paganos y quedarán prohibidos y perseguidos.

Pero nuestro autor afirma convencido: "Claro es que el helenismo no ha muerto del todo. Habrá un intento de salvar su cultura, incluso por parte de los cristianos más ilustrados, y quedará la idea básica de un "renacimiento" que regularmente no ha cesado en nuestra cultura." Y es dentro de esta lógica donde Luis Antonio de Villena se declara "neopagano" y "humanista vocacional" intentando ver en ese mundo clásico grecolatino y en muchos de sus autores "lo que aún tienen de nuevo y de materia espléndida para construir el futuro más libre y más hedonista".
Y pone el punto final: "Seamos clásicos para ser modernos. Éste sí es el mensaje no concluso de este libro inacabado que cierras". Punto.

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