miércoles, febrero 18, 2009

La belleza de lo impertecto

¿Solo es bello lo perfecto? Más. ¿Existe realmente lo perfecto? ¿De qué habla la gramática cuando dice "pretérito perfecto" o "futuro perfecto"? Se atreve a hablar incluso de "plusquamperfecto", porque la gramática identifica "perfecto" y "acabado". Pero tenemos la experiencia de que no siempre consideramos perfecto lo acabado. El lenguaje, por tanto, nos engaña, nos confunde.

Pocos creen en un "futuro perfecto", por más que lo deseen. La propia experiencia nos niega el "pasado perfecto". Incluso la gramática, a veces, duda del pasado perfecto. Ya los griegos antiguos -y siempre los griegos- que de sabiduría andaban abundantes entendieron que el perfecto en gramática no es sino el "resultado presente de una acción pasada". Es decir, no existe perfecto sin presente o, lo que es lo mismo, el presente es lo que da sentido al pasado: si el pasado no sigue presente de qué nos sirve, no es perfecto. No basta con "haber entendido". Lo que me sirve es "tengo entendido". Ese es el perfecto.

Pero al margen de la gramática, dónde está lo perfecto. ¿Dónde reside la perfección y dónde la excelencia? La realidad se construye con lo cotidiano, con lo normal, con lo imperfecto que no lo zafio, lo vulgar y lo ordinario. Esta distinción significa ya una gran victoria: saber mirar.

Lo imperfecto es lo inacabado, lo dinámico, lo natural, lo humano; lo imperfecto es el recorrido griego del "caos" al "cosmos"; lo imperfecto está implícito en la teoría del "panta rei" de Heráclito; es la eterna materia que por su propia energía interna camina en una interminable transformación hacia la superación de sí misma; es el movimiento eterno de los átomos; es la dialéctica hegeliana hacia la superación de la lucha de los contrarios. Es decir, lo imperfecto es lo natural, lo humano, lo cotidiano.

La belleza, por tanto, reside también en lo cotidiano, en lo natural, en lo ordinario, en lo imperfecto. Es cuestión de saber mirar, de ver con otros ojos. La belleza, entonces, está en la mirada, en la perspectiva, en la emoción; así lo natural, lo humano, lo imperfecto se funde con lo bello; aparece la belleza de lo sencillo, de lo simple, de lo cotidiano. La belleza de lo imperfecto, así, se hace belleza natural, belleza humana.
¡Basta ya de mentiras y de engaños! Lo bello no es solo lo excelente. Todo lo humano es bello; también, por tanto, lo imperfecto. Solo hay que saber mirarlo. Si la arruga es bella, también será bello el michelín, las ojeras, las pecas, los lunares y las canas. Cuestión de ojos. ¡Basta ya de "concursos de belleza"! Salgamos a la calle a descubrirla. Está ahí; solo hay que verla.

Tal vez en un exceso, la estética actual se atreve a afirmar que es bella la mancha, la herida, la rotura e, incluso, la chapuza. ¡No es eso! Pero sí, por el contrario, puede ser bella la huella del tiempo, la cicatriz y la piel cansada. Como ya dijo Cicerón: "Vt non omne vinum, sic non omnis natura vetustate coacescit". (No todo elemento, como no todo vino, se echa a perder con el paso del tiempo) El paso del tiempo no empeora siempre la naturaleza de las cosas; las marcas y las cicatrices de la vida hacen a las personas más humanas, más reales, pero no necesariamente menos elegantes y atractivas; ni, por supuesto, menos adorables.
La excelencia es ficción; lo perfecto, una quimera. La "eterna juventud", un sueño de adolescencia.
Sí, la belleza de lo imperfecto, la belleza de lo cotidiano.
¿Lo wabi-sabi?



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